lunes, 8 de noviembre de 2010

Todos...

En el ataúd todos somos cadáveres. Con un mismo destino, inevitablemente igual.
Cuando miramos un espectáculo, o asistimos a una manifestación, o caminamos por las avenidas de los pueblos y ciudades; sólo somos espectadores o hinchas, manifestantes o simplemente; gente.
Iguales mas allá del estatus personal. Como en el ataúd.
Cuando viajamos a un lugar podemos ir en auto viejo o nuevo, de lujo o cachivache, micro o avión, moto o bicicleta. Alojarnos en carpa u hotel, en casas o casillas. Comer a la sombra de los árboles o en un restaurant, en una panchería o en la vereda de un almacén. Sin embargo el paisaje será el mismo para todos, hermoso, permanente, imponente.
El problema radica en las necesidades que nosotros mismos nos creamos. Un río o un lago están allí para el goce de todos, disfrutar de sus aguas, sentarnos en la playa al sol. Una pileta de azules aguas las creamos para unos pocos, el azul se lo colocamos, le damos valor agregado para necesitarla y hacer un negocio.
Traslade Ud. el ejemplo por donde le plazca que los encontrará a raudales.
Y de pronto nos encontramos que no queremos el picnic y solo queremos restaurant. No nos hacemos un bife de carne picada porque hay que ir donde te lo ponen en una cajita. No nos bancamos más la carpa porque no tiene aire acondicionado o porque hay que dormir en el suelo. Y el auto que tenemos para viajar no sólo lo necesitamos para que nos lleve, sino que tiene que ser de formas modernas (según se le ocurrió a alguien hacerlo así), además lo queremos negro o azul o rojo, con parlantes que ensordezcan a todo el que cruce nuestro derrotero, con asientos que sirvan no solo para sentarse y conducir sino que se amolden a nuestro cuerpo de acuerdo a nuestra estatura o nivel de adiposidad.
Nos hemos creado la necesidad de estar comunicados al instante y en cualquier lugar.
De vestirnos como en las revistas y dilapidar ahorros en pilchas que tengan el cuello redondo y no en punta poniendo en bolsas ropas que solidariamente en muchos casos se las damos "a los pobres", para que usen fuera de moda y poder diferenciarnos en estatus.
Nosotros, los humanos, tenemos la necesidad de ser distintos, pero no ya en saberes o habilidades, sino en pocesiones de bienes que sobrepasen en exceso nuestras necesidades. Y a los que piensan que son gastos superfluos los tildamos de zurdos, y los que acumulan son derechosos.
En el ataúd, sin embargo, somos todos iguales.
Entonces, porque recordamos a los muertos?
Por las huellas que dejan en la efímera transitud  sobre la tierra. La suma de los actos que ejecutamos, la coherencia conque lo hacemos, la consecuencia de ellos en otros; nos hacen pequeños, intrascendentes o grandes e inolvidables. Pero para ser grandes o pequeños nos damos valores que son los que nos cualifican:
por todos y para todos nos condena a la inmortalidad. Por pocos y para pocos a la ingratitud. Para los selectos y seleccionarlos a la condena.

 Sin embargo el más difícil es: "por todos y para todos", porque produce inmortales queridos, pero nunca se puede llegar al objetivo. Por suerte. Para que sigamos pariendo inmortales.

2 comentarios:

  1. Imprecionante. Alusinante narración sobre la hipocrecía de la sociedad de consumo. Valores otorgados en absurdo, deseos propios que son de otros, aires de clase, estilos impuestos aceptados con goce, etc. Es como vos decís. Sólo quedan lad huellas. A algunos los conducen al cariño y el reconocimiento eterno. A otros, en cambio, los condenan al olvido explícito, o a la perpetua ingratitud. Felicitaciones por la creatividad y el compromiso. Vivan los Inmortales Queridos para siempre...

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  2. Exacto.Conciso. ni una sola palabra de más.
    Lo que pienso y nunca supe escribir.
    Gracias por hacerlo y compartirlo.

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