jueves, 12 de agosto de 2010

El crispado.

Un día, un hombre que gobernaba una provincia le dijo a su compañera de vida: "voy a ser presidente".
El hombre se puso a andar. Poco a poco comenzó a juntar adhesiones por pueblos y ciudades del país.
Mientras tanto quién era presidente no conciliaba con llevar un candidato "propio" a las próximas elecciones.
No se sabe si tiró la moneda o que cuernos pasó. El presidente (que era interino) se decidió por apoyar a aquel casi desconocido de una remota provincia.
Siendo segundo en las elecciones, no hubo necesidad de segunda vuelta debido a la renuncia del impresentable candidato que se le opondría.
El hombre que había sido gobernador y que le había dicho a su compañera que sería presidente, lo logró.
Jamás presidente alguno asume en circunstancias tan difíciles a la primera magistratura. Una deuda exorbitante, el país sumido a los designios del FMI, una desocupación record, ahorristas esquilmados por 2a vez (la primera había sido durante el gobierno de Alfonsín con el desagio), provincias fundidas, sin reservas en el Estado. En fin, el peor escenario.
El hombre tomó rápidamente las riendas del gobierno, no sin antes "tirarse de cabeza" a las manos del pueblo saliendo a veces herido por algún golpe circunstancial de alguna cámara fotográfica ávida de registrar el cariño y la esperanza puestas en él.
El presidente subía a las tarimas y dirigía su discurso sin guardarse nada e identificándose con el deseo popular. Se comenzaron a rever las políticas sociales, de DDHH, se desprendió del FMI, se comenzó a desendeudar el país, se comprometió a la integración regional y latinoamericana, se privilegió la obra pública, se desalentó la timba financiera.
Pero!!
Muchos poderosos vieron cómo se les aguaban los negocios fáciles, las corporaciones comenzaron a ver cierta amenaza de regulación estatal, ¡pusieron el grito en el cielo!!.
A partir de allí el presidente comienza a ser: el crispado, el padre de la crispación. Porque decía verdades y no se callaba nada.
Los opositores después de una obligada siesta debido a las cagadas que habían hecho en sus gobiernos, comenzaron a desperezarse. Cundieron críticas (por sobre todo a la manera de expresarse del presidente). En la desesperación por oponerse a algo, comenzaron a defenestrar cualquier iniciativa del gobierno, pero las elecciones vinieron pronto y el gobierno ganó holgadamente las elecciones.
El hombre no olvido su origen y se comprometió aún más fuertemente con la continuidad del proyecto por él comenzado. Cuando las papas quemaban y vino una ofensiva opositora (grupos concentrados sectoriales, medios monopólicos y oposición lacaya de ellos) tremenda cuyo zenit fueron las elecciones legislativas intermedias donde el oficialismo perdió a la postre algunas bancas y mayoría propia en diputados. Fue el hombre "crispado" quien se puso aquella campaña al hombro, quien soportó el peso de la misma, jamás especulando y arriesgando su futuro político.
Pero el hombre tiene su premio,
El hombre "crispado" ve cómo el proyecto político se afirma, crece, se afianza, obtiene leyes fundamentales (aunque inimaginables sólo un tiempo atrás), se continúa con el desendeudamiento, crece el PBI, se continúan acumulando reservas. Más democracia, más inclusión.
Los presidentes sudamericanos deciden unánimemente que la persona indicada para presidir UNASUR es aquel Sr. "crispado".
Los opositores dicen que no sirve para esa función, que no es diplomático, que es crispado, que sólo atiende a sus razones y no sabe negociar, y mil pelandrunadas más.
Ante el primer conflicto muy serio surgido al mes de la asunción de sus nuevas tareas sub-continentales, el hombre no ya sólo "crispado" sino caratulado como inútil o incapaz, logra una negociación exitosa entre las partes en conflicto y el especial agradecimiento de cada una de ellas.

Por suerte, el Sr. "crispado" es argentino. Es serio. Es coherente. Es dúctil aunque firme. Es negociador y diplomático. Es consecuente con un proyecto. Es querido, respetado y estimado en el plano continental. Es popular.
Y odiado por los incapaces que no le llegan ni siquiera a la altura de los cordones de su zapato.

Gracias, Nestor. Por tu Cris-pasión.

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